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Una cortina de agua, impulsada por un viento caprichoso, barría la superficie de Plaza Nueva. Apoyado en una columna, bajo los soportales, Fernando Zumalde parecía contemplar la danza de las  gotas de lluvia ante las farolas todavía encendidas, como si compusiesen un ballet sempiterno sobre un escenario efímero. 

Ya no chapoteaba el agua sobre el estanque. El comisario Zumalde se preguntaba por qué demonios tenían que haber quitado aquella fuente con sus sirenas coronadas y sus ranas expulsando chorros por la boca.

Estas frases forman parte de La ciudad de los ojos grises. Pero los que aún no la hayan comprado no es necesario que lo hagan. En los últimos días, están proliferando en la red multitud de páginas en las que cualquiera puede descargarse la novela. 

Supongo que esta amplia oferta de descargas gratuitas forma parte de la buena marcha de la novela.

No es que uno mire con buenos ojos la piratería de una obra que le ha llevado más de dos años de esfuerzo, pero si alguien decide descargarse fraudulentamente La ciudad de los ojos grises en vez de pagar los 3,79 euros que cuesta el formato electrónico en Amazon, por ejemplo, espero que la disfrute igual que si la hubiera comprado, se la hubieran prestado o la hubiera tomado de una biblioteca. Y si en los próximos meses tiene que hacer algún regalo, recuerde aquel título que pirateó porque tendrá la ocasión de saldar su deuda.