viernes, 23 de marzo de 2012

La banda sonora

Sí, ya sé que una novela no es una película, pero La ciudad de los ojos grises necesitaba dos canciones: una de amor y un réquiem.
Dada la época en que se desarrolla, parecía más fácil dar con el réquiem y así fue. Lo curioso del caso es que me topé con él documentándome para mi próxima novela de Zúñiga. Andaba por la Venecia del XVII cuando descubrí a un músico cuya afición a las mujeres le costó la vida. Alesandro Stradella compuso el Aria di Chiesa que cantaría Gayarre en la iglesia de San Nicolás de Bilbao el 9 de abril de 1882, justo 200 años y 6 días después del nacimiento de su autor.
Para que puedan disfrutarla, dado que no es posible conocer aquella versión, les dejo una de Pavarotti. No me digan que no se les ponen los pelos de punta.
No recuerdo exactamente cómo descubrí que La Paloma era de los años sesenta (del siglo XIX, claro), pero me llegué una tremenda alegría. Así que esta famosa habanera, compuesta por el alavés Sebastián Iradier, ronda ahora los 150 años. Y aunque el Libro Guinness de los Records coloca a Yesterday de The Beatles como la canción de la historia más grabada, al parecer La Paloma cuenta con más grabaciones. Una de las primeras fue la de la Guardia Republicana de Francia en 1899. Ha sido interpretada por un sinfín de artistas a lo largo de todo el siglo XX: desde Elvis Presley (su celebérrimo No more) hasta Charlie Parker, Julio Iglesias, Bing Crosby, Dean Martin o Alejandro Fernández. Hoy he optado por enlazarles con una versión de Plácido Domingo.
Y como digo siempre: para saber la influencia de estas canciones en la historia, tendrán que leer La ciudad de los ojos grises.

lunes, 19 de marzo de 2012

Bateau Lavoir

Tampoco pensarían que al pasar por la París de la Belle Époque, no iba a hacer alusiones a los artistas que la habitaron. Fueron tiempos en los que escritores, pintores, escultores... llegan a la capital de Francia sin dinero, pero con ganas de truinfar y divertirse.
Muchos de ellos se alojaron en este edificio situado en el número 13 de la calle Émile Goudeau (hoy Ravignan) y allí que me fui en mi última visita a París. Lástima que un incendio terminara con él hace más de cuarenta años y que sólo se conserve la fachada del Bateau Lavoir.
Lo cierto es que visitar los lugares que frecuentaban Picasso, Modigliani, Cocteau o Gauguin constituye una manera más que gratificante de conocer la París alejada de las rutas turísticas.
Al menos esperaba que la nueva vivienda de Durrio estuviese en mejores condiciones que aquella otra que había conocido doce años atrás, cuando llegó a París por primera vez. Entonces, en 1900, su amigo vivía en un siniestro edificio emplazado en lo más abrupto de Montmartre, ahíto de menestrales y artistas; sin gas ni electricidad y en el que los servicios higiénicos se limitaban a un grifo y un retrete para todos los vecinos. El estudio ocupado primero por Durrio y, más tarde, por el pintor malagueño se hallaba al final de un largo pasillo; estaba construido de madera y cubierto de cinc, con amplios ventanales y lucernas de vidrios sucios. Los artistas utilizaban la luz de un farol de petróleo o la de una vela para crear sus obras por la noche, ya que el día transcurría entre juergas y tertulias. A Alfredo le parecía sorprendente que el malagueño hubiese creado todos esos cuadros de tonos rosas en aquella cochambre.

sábado, 17 de marzo de 2012

El casino de San Sebastián

Las dependencias del ayuntamiento de Donostia/San Sebastián están ubicadas en este edificio que, desde su inauguración el 1 de julio de 1887 (pronto cumplirá 125 años) hasta su cierre en 1924, albergó el casino de la ciudad.
En aquel 1914, con el Viejo Continente en guerra, en este lugar se mezclaban espías, políticos, empresarios, artistas, aristócratas y banqueros europeos. Y mientras sus soldados morían enfangados en las trincheras, ellos bailaban y se jugaban sus fortunas al bacará o a la ruleta en lujosos salones donde se separaban a sus jugadores por nacionalidades, más por decoro que por otra cosa ya que, al fin y al cabo, todos ellos convivían en los mismos hoteles.
Fueron unos tiempos en los que San Sebastián se convirtió en el último bastión de una Belle Époque que ya se había esfumado al otro lado de los Pirineos.

viernes, 16 de marzo de 2012

Dos años

Fue Thomas Alva Edison quien dijo que el genio es un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración.
Es indudable que un escritor que quiere sacar adelante una novela en un período razonable de tiempo de manera que su historia no se le diluya, ha de ser consciente de que debe enfrentarse a una férrea disciplina. Si además, acomete una novela teniendo que compaginar su escritura con un trabajo que le lleva la mayor parte del día, esta disciplina es casi espartana.
Yo suelo llegar a mi casa sobre las nueve de la noche, después de mi jornada de trabajo, obviamente bastante cansado. Aun así, durante los dos años que me llevó el proceso de elaboración de La ciudad de los ojos grises he procurado dedicarle de dos a tres horas diarias, bien documentándome o bien escribiendo, llenando despacio las páginas pero avanzando día a día, acostándome sobre las dos de la madrugada (no está mal, considerando que me levanto a las siete). Los sábados por la mañana corregía lo realizado a lo largo de la semana, por la tarde descansaba y el domingo trataba de avanzar hasta alcanzar mi objetivo de páginas semanales.
Pueden imaginarse que el proceso ha sido duro, muy duro, aunque dicen que sarna con gusto no pica. Pero sólo faltan unos días para que la novela esté al alcance de todo aquel que quiera leerla... y este dulce sufrimiento habrá merecido la pena.

sábado, 10 de marzo de 2012

Sinopsis

La editorial me acaba de enviar la sinopsis que ha elaborado para la novela:

Tras varios años viviendo en París, Alfredo Gastiasoro regresa a Bilbao cuando se entera de que Izarbe ha muerto. Su retorno pretende ser el último homenaje a la mujer que amó, pero pronto se convierte en una pesquisa sobre las inquietantes circunstancias que rodearon su muerte.
Alfredo tendrá que enfrentarse a su propio pasado, reviviendo una historia de amor que coincide con la época en que Bilbao deja de ser una población casi rural para convertirse en una de las ciudades más prósperas del Viejo Continente.
Magníficamente ambientada en los primeros años del siglo XX, y a medio camino entre novela negra, el género histórico, el relato sentimental y hasta el de viajes, La ciudad de los ojos grises es, sobre todo, una bella historia de suspense y nostalgia, de amor por una mujer y una ciudad. 

domingo, 4 de marzo de 2012

La cubierta

A un mes de su publicación, recibo el boceto de la cubierta de La ciudad de los ojos grises.
Me gusta… me gusta de verdad. Y, sobre todo, creo que dice mucho de la novela.
Supongo que sólo le quedan pequeñas correcciones para ser el definitivo. Entre otras cosas, aún le estamos dando vueltas a la leyenda que aparece bajo el título, así que si alguien tiene alguna sugerencia, puede escribirme al correo de contacto que aparece en mi web. Será bien recibido.

Fuente Médicis

No pensarían que una novela ambientada en la Belle Époque no iba a pasar por París. Carecería de sentido evitar un lugar que en aquellos tiempos, más que nunca, era mucho más que una ciudad.
Posiblemente aquella época haya sido una de las más brillantes en campos del arte como la escultura, la pintura o la literatura. Así que ni he podido ni he querido olvidarme de París en La ciudad de los ojos grises.
Uno de los escenarios más relevantes de la novela lo constituyen los Jardines de Luxemburgo y, más en concreto, la Fuente Médicis -originalmente denominada La Gruta de Luxemburgo-.
A pesar de que la fuente fue diseñada por Tommaso Francini allá por 1630, la modernización urbana de París por parte del barón Haussmann -que se llevó por delante infinidad de calles estrechas y numeroso arbolado (incluido gran parte del que componía los Jardines de Luxemburgo) para construir bulevares radiados en torno al Arco del Triunfo- obligó en 1862 al arquitecto Alphonse de Gisors a desplazarla treinta metros para salvarla. Poco después, el escultor Auguste Ottin creó el conjunto de Polifemo sorprendiendo a Acis y Galatea.
Así que, en cierto modo, ahora se cumplen 150 años de la Fuente Médicis, tal y como la conocemos hoy.
Pero para conocer la leyenda de Acis y Galatea y saber lo que les ocurre a los personajes de La ciudad de los ojos grises en torno a la Fuente Médicis, tendrán que leer la novela.

sábado, 3 de marzo de 2012

Alfredo Gastiasoro

-¡Hola! Perdona, pero ¿eres Alfredo? ¿Alfredo Gastiasoro?
El aludido me miró muy serio y me preguntó ¿nos conocemos? Y en ese momento me llevé un tremendo chasco. Hacía más de veinticinco años que no veía a mi compañero de clase y, sin embargo, le reconocí enseguida. Él, en cambio, no fue capaz de hacerlo. Y no porque no tuviera memoria sino porque era evidente que yo había cambiado más.
Esto ocurrió hace tres años, cuando andaba dándole vueltas a la cabeza a mi próxima novela. Por aquel entonces, tenía perfilada la historia aunque no concluída. De hecho, a pesar de tener clara la profesión del protagonista -fotógrafo- me faltaban muchos elementos como el de su propio nombre. Pero al saber que Alfredo era arquitecto, tuve claro que él le daría no sólo su profesión, sino también su nombre al protagonista.
Así que aquel casual encuentro en un bar de Portugalete provocó que mi personaje dejase de ser fotógrafo para convertirse en arquitecto, lo cuál creo que enriqueció la novela. Aunque lo mejor fue retomar una amistad de la infancia.
Sé que a Alfredo no le hará mucha gracia ver su nombre en miles de libros. Es un buen tipo, discreto, al que le gusta pasar desapercibido. Ya lo siento, Alfredo, pero piensa en que tu participación ha sido decisiva en la novela.
Y, de remate, aquel día me presentó a su mujer... ¡y se llamaba Izarbe! Un precioso nombre de mujer para un personaje literario.
Adivinen cómo se llama la protagonista de La ciudad de los ojos grises.